La palabra “ecología” fue propuesta en 1866 por el zoólogo alemán Ernst Haeckel para describir el estudio de las interacciones entre los organismos y el medio que los rodea. Para comprender a fondo estas relaciones, la ecología se apoya en disciplinas afines:
Sistemática, que analiza las semejanzas y diferencias entre los seres vivos.
Taxonomía, que organiza y nombra a las especies mediante una nomenclatura estandarizada.
Fue Carlos Linneo quien estableció, en el siglo XVIII, el sistema de nomenclatura binomial, hoy universalmente aceptado. Este método otorga a cada especie un nombre científico único compuesto por dos palabras en latín:
Género (con mayúscula inicial).
Especie (todo en minúsculas).
Ejemplo: Abies religiosa.
La biodiversidad agrupa a todas las formas de vida de la Tierra. Según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), en 2018 se habían descrito entre 1.5 y 2 millones de especies conocidas. Para facilitar su estudio, los ecólogos manejan distintos niveles de organización:
Población: conjunto de individuos de la misma especie que habitan y se reproducen en un área común durante un período de tiempo determinado.
Comunidad: ensamblaje de poblaciones diferentes que interactúan en un espacio compartido.
Ecosistema: sistema resultante de la interacción entre las comunidades bióticas (seres vivos) y los factores abióticos (clima, suelo, agua, etc.).
Dentro de una población o comunidad, los organismos establecen múltiples relaciones que pueden beneficiar o perjudicar a los participantes. Estas relaciones ecológicas se clasifican en dos grandes categorías:
Son aquellas que ocurren entre individuos de la misma especie dentro de una misma población. Promueven cooperación o estructura social, por ejemplo:
Asociación familiar: vinculación entre padres y crías, fundamental para la supervivencia de muchos vertebrados.
Comportamiento gregario: vida en grupos (manadas, bandadas) que mejora la defensa contra depredadores.
Colonialismo: organismos que viven unidos en un sustrato común, como los corales o las amebas coloniales.
Se producen entre organismos de diferentes especies dentro de una comunidad. Incluyen interacciones positivas, negativas o neutras:
Proto-cooperación: interacción beneficiosa para ambas especies, pero no obligatoria (p. ej., peces limpiadores y peces huésped).
Mutualismo: asociación estrecha y necesaria para la supervivencia de ambos, como la micorriza (hongo y raíz de planta).
Comensalismo: una especie se beneficia sin perjudicar a la otra (p. ej., orquídeas que crecen sobre árboles).
Parasitismo: un organismo (parásito) vive a expensas de otro (huésped), provocándole daño.
Depredación: un organismo (depredador) captura y mata a otro (presa) para alimentarse.
Amensalismo: un organismo produce sustancias que inhiben o matan a otro, sin recibir beneficio (p. ej., hongos que liberan antibióticos).
Permite comprender el equilibrio de los ecosistemas y predecir cómo un cambio en una especie puede afectar a todo el sistema.
Brinda herramientas para la conservación y el manejo sostenible de los recursos naturales.
Es fundamental en áreas de salud, agricultura y manejo de enfermedades, al identificar vectores, patógenos y sus hospedadores.
Este panorama integrado de ecología, biodiversidad y relaciones bióticas aporta una base sólida para quienes se preparan a estudiar carreras de ciencias naturales y de la salud, pues ofrece una visión amplia de los procesos que sostienen la vida en nuestro planeta.
El cuerpo humano es una maravilla de la naturaleza: un conjunto de sistemas interconectados capaces de realizar funciones desde lo más elemental hasta lo más complejo. Para comprenderlo en su totalidad, la anatomía humana estudia sus estructuras, funciones, mecanismos e interacciones, abarcando desde el nivel celular hasta el de sistemas completos. Además, se apoya en disciplinas especializadas:
Citología, que examina las células al microscopio.
Biología molecular, que investiga las moléculas y reacciones químicas esenciales para la vida.
Histología, que analiza la composición y organización de los tejidos.
Fisiología, que explica cómo funcionan los órganos y sistemas.
A continuación, describiremos brevemente cinco sistemas principales: nervioso, digestivo, respiratorio, cardiovascular y reproductor.
El sistema nervioso es, quizá, el más complejo del reino animal. Su unidad básica es la neurona, cuya vastísima red de interconexiones (sinapsis) permite el pensamiento, la emoción y el control de todos los movimientos. Se divide en tres regiones:
Sistema Nervioso Central (SNC)
Encéfalo (alojado en el cráneo), integrado por:
Cerebro: órgano mayor, dividido en dos hemisferios con circunvoluciones que procesan la información sensorial y cognitiva.
Tálamo: “estación de trasbordo” que recibe estímulos sensoriales y los dirige al cerebro.
Cerebelo: coordina el equilibrio y los movimientos finos.
Hipotálamo: regula la temperatura, el sueño, el hambre y la sed.
Bulbo raquídeo: controla funciones vitales automáticas, como el latido cardíaco, la respiración y la digestión.
Médula espinal: cordón nervioso protegido por la columna vertebral; origina nervios periféricos que conducen sensaciones y órdenes motrices.
Sistema Nervioso Periférico (SNP) Conjunto de nervios sensoriales y motores que conectan el SNC con el resto del cuerpo, transmitiendo estímulos y respuestas.
Sistema Nervioso Autónomo (SNA) Regula funciones involuntarias, como la actividad de las glándulas y los músculos lisos, y se subdivide en:
Simpático: prepara el cuerpo para la “fuga o lucha”.
Parasimpático: promueve la recuperación y el descanso.
A lo largo de la vida, una persona normal puede procesar hasta 45 toneladas de alimentos. Sus tres funciones esenciales son:
Ingesta de alimentos.
Digestión y descomposición en moléculas más pequeñas.
Absorción de nutrientes y eliminación de desechos.
El sistema digestivo principal es un tubo muscular sinuoso con regiones especializadas:
Estómago: aquí actúan enzimas como la pepsina (proteínas → peptonas) y la lipasa gástrica (grasas → ácidos grasos).
Intestino delgado (duodeno, yeyuno, íleon): recibe bilis y jugos pancreáticos que completan la digestión; sus microvellosidades absorben nutrientes.
Intestino grueso (colon): reabsorbe agua y forma el bolo fecal, luego expulsado por el esfínter anal.
Además, las glándulas anexas (hígado, vesícula biliar y páncreas) secretan sustancias y realizan funciones metabólicas clave.
Encargado del intercambio de gases, se divide en:
Zona conductora: conduce el aire hacia los pulmones.
Zona respiratoria: intercambio de O₂ y CO₂ en los alvéolos.
Principales estructuras:
Laringe: aloja las cuerdas vocales; visible por la “manzana de Adán”.
Tráquea: se bifurca en bronquios que se ramifican hasta bronquiolos y culminan en alvéolos.
Pulmones: el derecho con tres lóbulos, el izquierdo con dos; cada lóbulo contiene lobulillos que facilitan el intercambio gaseoso (hematosis).
La ventilación pulmonar (entrada/salida de aire) difiere de la “respiración” celular (metabolismo y producción de ATP). El aire inspirado contiene ≈20 % de O₂; el espirado, 16 %. El cuerpo retiene 4 % y elimina CO₂ y vapor de agua.
Su misión es el transporte de nutrientes, gases y desechos. Está compuesto por:
Sangre (tejido líquido):
Plasma: fase acuosa con proteínas, nutrientes, hormonas y gases.
Elementos formes: eritrocitos (transporte de gases), leucocitos (defensa inmunológica) y plaquetas (coagulación).
Corazón: bomba de cuatro cavidades (dos aurículas y dos ventrículos) separadas por septos; válvulas (tricúspide y mitral) evitan el reflujo sanguíneo.
Vasos sanguíneos: arterias, venas y capilares, que distribuyen la sangre por todo el organismo.
Sistema linfático: drena el exceso de líquido intersticial y contribuye a la defensa inmunitaria.
Órganos externos: vulva (labios mayores y menores).
Órganos internos: clítoris, vagina, útero, trompas de Falopio y ovarios.
En la pubertad, se inician los ciclos menstruales (~28 días), con variaciones entre 21 y 45 días.
Gónadas: testículos, donde se forman los espermatozoides en los túbulos seminíferos.
Vías espermáticas y glándulas accesorias (vesículas seminales, próstata, glándulas de Cowper) que producen el líquido seminal.
Pene: órgano eréctil compuesto por cuerpo y glande; sirve para la micción y la función reproductora.
¿Por qué estudiar estos sistemas?
Proporcionan la base para entender la salud y la enfermedad.
Son esenciales en disciplinas médicas, de laboratorio e investigación.
Ofrecen una visión integrada de cómo funcionan nuestros cuerpos día a día.
Este recorrido por los sistemas del cuerpo humano complementa el estudio de la ecología y las interacciones bióticas, brindando una perspectiva completa para quienes desean adentrarse en las ciencias naturales y de la salud.